El infinto real no puede existir dado que no puede percibirse.
Critica a la Razón Pura, Kant.
La economía circular promueve repensar la linealidad de la sociedad de consumo, según la cual cada vez producimos más, para atender nuevas necesidades, de unos demandantes cada vez más alienados. Producimos, consumimos, desechamos. Es el cuento plano de nuestras vidas, atrapadas en una dinámica consuntiva sin fin, que nos proporciona la inercia y el confort suficiente para que no nos replanteemos demasiadas cosas.
Frente a esto, la economía circular propone una nueva dimensión para el relato colectivo que escribimos cada día. A través del reciclaje, la reutilización y la reducción, las tres erres que definen la economía circular, se construye no sólo una alternativa económica que ofrece nuevas oportunidades de negocios viables e intensivos en empleo; sino también una nueva arquitectura de valores y una nueva ética materialista, con las que hacer frente a la crisis de afectos que nos ha traído esta postmodernidad que no parece terminar nunca.
El proyecto Trópico, es una de las once iniciativas del Laboratorio de Innovación Ciudadana, impulsado por SEGIB, donde ando trabajando los últimos días como mentor; y es también un paradigma de economía circular en código abierto, ese discurso virtuoso que combina la ecología industrial con la ética hacker, promoviendo la liberación del conocimiento para la construcción de comunes.
Ellos son un equipo de arquitectos, diseñadores industriales y diseñadores gráficos que están creando una plataforma donde registrar iniciativas OSCE (Open Source and Circular Economy, Economía circular en código abierto) como, por ejemplo, prototipos de mobiliario urbano basado en la reutilización de pales. De tal manera, que todos los usuarios pueden acceder a sus planos, tutoriales y en último término, incluso a un mapa de desechos industriales en sus ciudades, para poder acceder a la fuente principal de materias primas, a coste marginal cero.

Gráfico elaborado por el equipo de Trópico
Están creando abundancia, donde antes tan sólo había escasez. Y el matiz no es mera lírica, pues tiene una carga de profundidad revolucionaria. No es que estén cambiando las reglas del juego, es que han comenzado a darle la vuelta al tablero. La economía circular y el código abierto, son solo pregoneros de esa utopía de la abundancia que está por venir. Detrás de estos paradigmas, vendrán la híper eficiencia energética con consumo cero, la legislación contra la obsolescencia programada, la proliferación del hardware libre en nuestras vidas cotidianas, la imposición del software libre en la contratación pública, la automatización de los trabajos penosos y degradantes, la extensión de la micro fabricación al ámbito doméstico…
Imaginemos que una máquina diseñada para durar mucho tiempo (legislación contra la obsolescencia), cuyo código (planos, placas, software de control…) se han liberado voluntariamente (ética hacker), que produce piezas para prótesis ortopédicas para niños, usando un material altamente reciclable, sin emplear prácticamente mano de obra (automatización), y que utiliza una fuente de energía sostenible. En la teoría, las piezas que produciría esta máquina tendrían un coste que tendería a cero. Estaríamos en condiciones de generar abundancia. Sería una pequeña fábrica de utopía.
Pero las condiciones sociales y económicas de la realidad de Latino América, hoy por hoy, son todo lo contrario a una utopía de la abundancia. Al contrario, las condiciones son tan precarias aún para una parte tan grande del continente, que hablar en estos términos, puede llegar a parecer una banalidad, si no una provocación directamente.
Por eso, entre que se va tejiendo ese relato alternativo en el contexto de la cuarta revolución industrial, el abordaje que deben hacer proyectos como Trópico, tiene que ser menos ingenuo y mucho más pragmático. Ejemplo de esto, en paralelo al desarrollo de la plataforma, el equipo de Trópico está testando sus muebles reciclados en código abierto, con una comunidad del barrio Olaya Herrera, en sector Playa Blanca, una zona muy humilde de Cartagena de Indias. Allí han contactado con una Junta de Acción Comunal, que disponen de una casa que los vecinos querrían transformar en un centro social y cultural, donde poder hacer eventos, asambleas, cursos de inglés o fiestas de champeta, la música que arrasa en esta zona del Caribe.
Durante estos días el equipo de Trópico, se ha dado cuenta de la enorme distancia que hay entre la teoría de la academia, no en vano casi todos vienen de la universidad, y la cruda realidad cotidiana de las comunidades más pobres de Latino América. Lo primero que se encontraron fue un colectivo vulnerable que tenía una justificada desconfianza en sus nuevos aliados. Han sido demasiadas las frustraciones y las decepciones con anteriores equipos de cooperantes, los del chalequito, como suelen llamarles, como para fiarse una vez más de un grupito de jóvenes idealistas.
Pero ellos no se han arrugado. Porque la gente del proyecto Trópico no vinieron al Laboratorio para engrosar sus curriculum académicos, para publicar un nuevo paper o para hacerse la foto. Si vinieron, es porque tienen, además de muchas inquietudes profesionales, un conjunto de valores, nuevas éticas que sobrevuelan la postmodernidad, y que está brotando de forma natural en una nueva generación, cuya emotividad y cuyos afectos, se despliegan bajo una lógica P2P, de intercambio entre iguales. – Nosotros somos sus socios, no venimos aquí a solucionarles nada – Les dijeron a la comunidad desde el primer minuto.
De este modo Trópico, además de la teoría de la economía circular, ha comenzado a trabajar con el colectivo del barrio Olaya Herrera con un enfoque de desarrollo comunitario. Con esta metodología de intervención social, se empodera a una comunidad para que ella misma diagnostique sus problemas, diseñe un plan de acción, lo ejecute asumiendo el control y el protagonismo de los procesos, y finalmente, evalúe el impacto, para poder realizar un nuevo diagnóstico de la realidad social intervenida. Y vuelta a empezar, en un proceso sin fin.
Es decir, el desarrollo comunitario es un enfoque totalmente circular, un proceso social iterativo ad infinitum que va mejorando y fortaleciendo la realidad social. Ciertamente Trópico, tan apenas podrá activar de forma incipiente la primera fase de este proceso, porque el Laboratorio sólo dura dos semanas. Pero lo novedoso de este proyecto, lo que lo convierte en un caso de innovación ciudadana de largo alcance, es que combina el desarrollo comunitario, con la economía circular, ya que van a realizar con ellos varios talleres de construcción, que incluye formación en la recogida, reciclaje y reutilización de desechos industriales endógenos de Cartagena, que dispone de un puerto muy grande, y por tanto de una fuente inagotable de desechos industriales.
Y pensando en esto, sumando ambos enfoques, la rueda de la economía circular y el círculo virtuoso del desarrollo comunitario, he tenido la visión de una hélice milagrosa, una suerte de símbolo infinito construida de ambos círculos, que bien diseñada, podría producir procomún ad infinitum: La comunidad aprovecha los recursos abundantes endógenos, los transforma en bienes comunes, que a su vez, permiten establecer modelos de micro emprendimiento (venta online, mercadillos, talleres formativos), que generan ingresos con los que mejorar otros comunes (comprar un equipo de sonido, contratar un profesor de inglés…), que refuerzan y cohesionan a la comunidad, que se siente legitimada para iniciar aún con más fuerza el proceso.
Kant nunca habría entendido el realismo mágico.
Trópico son: Francesco Milano, Karen Andrea Antorveza, Nicole Bonilla, Hugo Romero, Marcos Sandoval, Paulo Pereyra, Ana María Lagos, Siro Santos, María Angélica Franco,