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La ausencia de mujeres en los libros de historia y en las enciclopedias es tan patente y significativa, que demuestra por sí misma siglos y siglos de invisibilidad, sometimiento y poder patriarcal. El fenómeno es tan escandaloso, que hay quienes realizan editatonas en femenino (maratones para subir contenidos a la famosa enciclopedia colaborativa) para completar ese inmenso vacío en la Wikipedia.

Pero no se trata tan sólo de una deconstrucción histórica, heredera de todas las servidumbres de las civilizaciones pasadas. Recientemente, PLAYMOBIL, una famosa marca de juguetes educativos para niños, sacaba al mercado un coleccionable con figuritas de personajes ilustres de la historia. La empresa olvidó incluir entre la colección, que era numerosa, una sola mujer. La respuesta de la gente fue tan atronadora en las redes sociales que tuvieron que rectificar.

Ahora pensemos que no estamos hablando de colectivos comprometidos e intelectuales que participan en esas editatonas, o de activistas digitales europeos que tumbaron la iniciativa de Playmobil, sino de las pequeñas comunidades rurales, con un alto índice de aislamiento en toda Latino América.

¿Dónde está la voz de todas esas mujeres de las comunidades de Latino América, desde Palenque, el primer pueblo libre en el caribe colombiano, a las comunidades de Chiapas en México, la Pampa argentina o los miles de poblados del Brasil amazónico? La respuesta es simple: No tienen voz. Son invisibles.

O peor aún, cuando no son invisibles las mujeres, como decía Cinthia Mendonça de Nuvem, la única imagen suya que se proyecta al exterior, está completamente estereotipada y sexualizada. Prueben a buscar en google “mujer colombiana” y verán.

Pero no todo está perdido, he conocido un grupo de personas del proyecto Etinerancias (Educación + Cultura Viva + Permacultura… viajando en furgoneta por Brasil) que han decidido pasar a la ofensiva, y se han propuesto poner en valor todo el patrimonio intangible que atesoran las mujeres invisibles de las pequeñas comunidades de Latino América. Una compilación de todos aquellos saberes ancestrales que conforman la construcción cultural de los pueblos, entendidos como el conjunto de conocimientos, técnicas y procesos, que han servido como motor de su supervivencia, de su identidad actual y de su progreso futuro.

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Un patrimonio intangible que ha estado tradicionalmente preservado por las mujeres, que son el verdadero núcleo fuerte de las comunidades, más incluso que los hombres, pero cuyos papeles han sido confinados a la cara oscura de la historia, condenadas sistemáticamente a la invisibilidad.

En este contexto nace el proyecto Co.Madre, uno de los once que se han implementado en el Laboratorio de Innovación Ciudadana de SEGIB, en Cartagena de Indias, y que ha permitido que un equipo de 9 colaboradores se unieran a los promotores de la iniciativa, el colectivo Etinerancias.

Básicamente, se trata de reforzar, valorizar y visibilizar, a todas estas mujeres, para que, a su vez, cuenten, transmitan y compartan -siguiendo una lógica de código abierto que es la fuente de los saberes ancestrales- sus conocimientos, para que otras mujeres, otros pueblos, los puedan aplicar en sus propias comunidades. Todo ello dentro de una plataforma digital, que puede ser transportada en un disco duro allí donde no llega Internet, por la red de colaboradores de Etinerancias, que se subieron a su furgoneta para construir esta historia en movimiento, pero que es solo uno de las decenas de proyectos que comparten esta ética en Latino América. Co.Madre es una Wikipedia de las mujeres invisibles, y es también, un paradigma de desarrollo comunitario aplicado a las tecnologías de la información y la comunicación.

Me contaron hoy Raissa y Gabriel, que se les ocurrió la idea cuando, en el contexto de unos de sus proyectos con comunidades, donde lo mismo hacen cine, que enseñan técnicas de permacultura, que una minga de construcción colectiva; uno de los poblados les mostró su preocupación por el avance de las plantas transgénicas (cuya historia se remonta a los pesticidas que se utilizaron en la Guerra de Vietnam y que saltaron después a la industria agroalimentaria) que estaban alterando sus calendarios, técnicas y capacidades productivas; produciendo un desequilibrio total en su sensible economía primaria. Consiguieron que otra comunidad, que utilizaba otro tipo de semilla criolla, y otras técnicas más sofisticadas, les transmitieran todo su saber ancestral, devolviendo el equilibrio a la comunidad, y su soberanía alimentaria. Fue así como las mujeres de las comunidades les pidieron que promovieran un sistema de intercambio de saberes ancestrales.

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Para saber más sobre la historia de las semillas consultar Guardianes de las Semillas libres.

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Dan ganas de subirse a la furgoneta de Etinerancias y verlos en acción. Entre tanto, pueden contribuir a Co.Madre con vídeos de saberes ancestrales de las mujeres. >> Ya tienen la convocatoria abierta << La próxima parada podría ser la España rural, donde también haría buen papel esta Wikipedia de mujeres invisibles.

Co.Madre ha estado formado por: Ludwig Rubio , Jessica Cossio , Karla Moncayo , Camila Florêncio, Juniar Rentería, Viridiana Hernández , Laura Asprilla, Raissa Capasso, Gabriel Kieling

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