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(Pendiente de añadir Millennials, los jóvenes entre 16 y 29 años que son nativos digitales, un concepto muy ligado al consumo y creado por el Mercado)

Durante años los medios de comunicación, las instituciones y los tecnólogos sociales nos hemos empeñado en categorizar la juventud como una clase social independiente. Se ha pretendido -la mayoría de las veces con buenas intenciones- clasificar y definir los jóvenes con el objetivo de entender su realidad comunitaria, cultural y económica, a fin de articular respuestas a los complejos desafíos que ha enfrentado cada nueva generación.

El error de base de esta afición por etiquetar a la juventud es presentarla como un grupo poblacional homogéneo, en el que el factor edad resultaría más decisivo que otros como el entorno cultural o económico de su familia de origen. Sin embargo, los datos demuestran que la realidad de un joven depende significativamente mucho más de los factores de clase que de su edad. De este modo no tiene mucho sentido hablar sobre la juventud española en términos generales, pues desde un punto de vista sociológico y antropológico resulta mucho más interesante y riguroso hacerlo sobre jóvenes pobres, jóvenes inmigrantes, jóvenes con padres analfabetos, jóvenes del entorno rural o jóvenes de los barrios periféricos de las grandes urbes. (A modo de ejemplo, según un estudio de La Caixa en 2009, un joven cuya madre tuviera estudios universitarios, tenía 11 veces más posibilidades de alcanzar la educación post-obligatoria frente a los que sus madres se habían quedado en primaria)

La misma receta se podría aplicar cuando se habla de inmigrantes, de mujeres o de personas mayores… existe por lo tanto un pretendido discurso desclasado que encierra además -casi siempre – un enfoque paternalista, en el sentido que analizamos e interpretamos este grupo social desde el punto de vista del adulto de edad media, varón, padre de familia y trabajo estable. No es casualidad que la mayoría de las veces quien firma, estudia, retrata o planifica políticas sea precisamente un señor entre 45 y 55 años. A esta perversión de la mirada social bien la podríamos llamar patercentrismo.

Y con todo, resulta sumamente interesante analizar la nube de etiquetas que nuestra sociedad patercentrista ha ido colgando a la juventud, pues representan un buen sumario de la historia reciente de España, y es que los tópicos que hemos – nos han- ido atribuyendo a los jóvenes son un magnífico espejo de los vicios y virtudes de cada momento histórico reciente.

Generación JASP. Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados.

jasp

Hace unos 20 años hizo fortuna un spot en televisión de Renault Clio. Era el coche que todo joven debería tener para alcanzar su independencia y libertad (una constante publicitaria que sigue siendo un must para cualquier director creativo que se precie), en el que un joven reclamaba una oportunidad laboral a su jefe, mientras que éste, impasible, le negaba su futuro y se permitía la licencia de citar a Kant. El chaval tenía dos carreras, sabía inglés, era guapo y encima le acababa enmendando la cita recordándole que en realidad era de Seneca.

De algún modo el spot retrataba la sempiterna “generación mejor preparada de la historia” que no encontraba oportunidades laborales en el contexto de las crisis del 92. Cabe recordar que aquellos jóvenes eran hijos del baby boom y que aquella eclosión de natalidad había ensanchado la base de la pirámide,  provocando serias dificultades de inserción en el mercado de trabajo, que por otra parte no daba síntomas de haber superado la reconversión industrial de los 80.

Generación Kronen. Viviendo al límite como modo de escape.

Kronen1

En 1994 “Historias del Kronen”, la novela de José Angel Mañas, finalista de los Premios Nadal y que un año después se popularizó con la película homónima, retrató el fenómeno de las drogas y el alcohol entre los jóvenes españoles. Eran los primeros vestigios de una juventud postmoderna y nihilista, cuyo modo de escape y la forma de expresar su rechazo frontal a la sociedad, pasaba por negar la autoridad al tiempo que se negaban a sí mismos, para cuyo propósito las drogas resultaron una herramienta eficaz. (Resulta interesante leer sobre la Generación X y su secuela, llamada Generación Y, que introduce una mirada más global a la juventud en el mundo desde los 70 hasta nuestros días, e identifica a la cadena Mtv como elemento simbólico para explicar los cambios sociales y culturales)

Surge así una dicotomía que caracteriza bien a toda una nueva generación: De una parte el individualismo y el narcisismo se instalan en el código genético del joven de los 90; de otra, la necesidad de pertenencia al grupo de pares, el refugio de la manada con sus propias reglas y ritos iniciáticos, resulta crucial para sobrellevar la presión de un mundo patriarcal que no les comprende.

El auge de las macro discotecas en las periferias urbanas o peor, las imágenes de coches en siniestro total, fueron constantes en las noticias de la época, y constituyeron una coartada estupenda para explicar que si el sistema (educativo, laboral, ocio…) no funcionaba era por las drogas y el alcohol. Y casi nunca al contrario, que las drogas y el alcohol eran síntomas de que el sistema no funcionaba.

Generación Playstation. Jugar a no ser adultos.

play

A finales de los 90 la consola de Sony (y otras análogas) se popularizaron masivamente entre los jóvenes españoles (especialmente entre los varones), produciendo el primer juguete que acompañaría a un chaval desde la adolescencia hasta la madurez de su juventud. Este alargamiento de la vida útil del producto (Que bien se puede calendarizar con sendas ediciones de la Playstation 1, 2 y 3) representa una buena metáfora del síndrome de Peter Pan, es decir, de la prolongación de la juventud hasta más allá de los límites biológicos (Aparejados a la curva de fertilidad de las mujeres).

Así, desde los 90 y luego en los 2000, se ha presentado siempre una juventud estereotipada que vivía de forma despreocupada y anteponía sus intereses personales de modo egotista a los intereses generales de la sociedad. Muy particularmente se retratará a las mujeres jóvenes  como personas que prefieren garantizarse el éxito profesional aunque haya que retrasar -o incluso sacrificar- la maternidad.

Cabe recordar que no será hasta mediados de los 2000, con la llegada de Zapatero al gobierno (2004), cuando se comience a ejecutar una verdadera política de conciliación familiar y laboral, que incluya además una perspectiva de género y medidas de igualdad efectivas, como el permiso de paternidad. Y es que no hay que mirar más allá de la vecina Francia, para comprobar que los jóvenes están dispuestos a formar una familia de forma temprana y compatibilizarlo con sus carreras profesionales, siempre y cuando existan medidas de protección social suficientes.

Por otra parte, dejo a la consideración de los lectores la valoración sobre los efectos que tiene desandar lo avanzado en este terreno, una vez el Partido Popular ha comenzado a aplicar políticas regresivas… eso sí, como citaba en este otro post, la política de hijo único auto inducida por penurias económicas, es un hecho objetivo.

Y tampoco puedo dejar de mencionar que este retrato viciado de la juventud egoísta e híper individualista contrasta con fenómenos como la marea blanca del Prestige, las manifestaciones antiglobalización reivindicando que otro mundo era posible (a pesar de la aparente bonanza nacional), o las masivas protestas contra la Guerra, que a muchos nos recordaron ese espíritu internacionalista de las Brigadas.

Mileuristas. La dualidad de la burbuja inmobiliaria.

Mileuristas

Durante los años más fuertes del boom inmobiliario desde 2003 hasta 2007 se llegaron a construir más viviendas que en Francia, Alemania e Italia juntas… de modo paralelo se crearon hasta 700.000 empleos al año y las tasas de paro rozaron en bastantes zonas de España el pleno empleo técnico.

Sin embargo, toda esa bonanza no se tradujo en una redistribución de riqueza ni en la creación de un sistema productivo sostenible ni competitivo, sino todo lo contrario, pues se creó en España una dualidad difícilmente explicable más allá de la orgía coyuntural del ladrillo: Un chaval que abandonaba los estudios y se subía al andamio perfectamente podía cobrar 1500€ netos (Hago un inciso para dejar constancia de mi rechazo a aquellas teorías que criminalizan esta generación de jóvenes por “vivir por encima de sus posibilidades”, y es que lo único que hicieron es acceder al crédito fácil para adquirir casa y coche, que no resultan a primera vista gastos superficiales) mientras otro grupo de jóvenes con sus licenciaturas y máster debajo del brazo se chocaban de bruces con un mercado laboral que no precisaba o no valoraba su cualificación.

En 2005 Carolina Algucil pondría nombre a este mayoritario grupo de jóvenes -y no tan jóvenes- que si bien tenían trabajo, el sueldo no les alcanzaba para vivir con dignidad (En 2007 un 58% de los trabajadores cobraba menos de 1.100€ brutos al mes) Y lo peor de todo es que no tenían perspectivas de mejora en el horizonte, pues sencillamente a pesar de toda esa prosperidad, el mercado laboral español no necesitaba tantos licenciados –Habíamos estudiado por encima de nuestras posibilidades-

Es fundamental señalar que en 2007 la vivienda alcanzó su precio más alto y considerando que representa el principal gasto de las familias, la sensación de pobreza y de bloqueo a la vida adulta se instaló con fuerza en la mayoría de hogares.

La primera legislatura de Zapatero, con la agenda más progresista de la historia de España, unida al mantenimiento del status quo económico en los estertores de la burbuja inmobiliaria, apaciguaron los ánimos de la juventud, que tan sólo dio ciertas muestras de rebelión en torno a movimientos como la Vivienda Digna (germen de la Plataforma Anti desahucios y estrechamente conectada con el posterior movimiento del 15-M)

El mileurismo pasó a mejor vida con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Hoy 1.000€ resultan una quimera para ese 55% de paro juvenil, pero ha habido más etiquetas durante estos años…

Precariado. Por fin una etiqueta con factor de clase.

Precariado

El término fue acuñado en 2008 por la Fundación Friederich Elbert del partido socialdemócrata alemán SPD, para definir una nueva clase social (singularmente protagonizada por jóvenes pero no sólo) caracterizada por la precariedad, es decir, afectada por los contratos temporales, los contratos parciales no voluntarios y los bajos salarios. (Dice la wikipedia que fue Gaspar Llamazares quien introdujo el término en el debate español)

Resulta interesante que sean los socialistas alemanes los que crearan este concepto (precariedad + proletariado) porque hace un año que se viene hablando de exportar los minijobs como la panacea contra la esclerosis del mercado laboral español… pero casi nadie señala que este invento del que se vanaglorian Merkel y compañía, ha introducido la mayor brecha social en Alemania desde que cayera el muro en 1989.

Su modelo se basa en la coexistencia de dos niveles sociales cada vez más distantes entre sí: de una parte los trabajadores con coberturas y protección social, integrados en un tejido productivo que mantiene empleo cualificado gracias al sobresaliente balance comercial de Alemania (Las exportaciones alemanas en 2012 alcanzaron la cifra récord de 1,097 billones de euros, lo que representa un superávit comercial de 188.100 millones de euros); y frente a esta clase media y trabajadora acomodada, el precariado de los minijobs.

Los minijobs son contratos temporales que no superan los 400 euros al mes y que están exentos del pago de impuestos, pero prevén contribuciones voluntarias del empleado a la seguridad social y al fondo de pensiones.

Y aunque de momento el motor alemán aguanta (adivinen a quién estuvieron vendiendo los Volkswagen, los Audis, BMW y Mercedes esta última década) y el índice Gini, el indicador de desigualdad o distribución de renta, parece darles la razón (Según el estudio “Inequality and adjustment in Europe” de Guntram B. Wolff, la desigualdad se redujo ligeramente entre 2007 y 2011 en Alemania) lo cierto es que el concepto de pobreza laboral se está instalando cada vez con más fuerza, identificando una nueva clase de trabajadores cuyos sueldos no les permite salir del umbral de la pobreza. (En España, Grecia o Portugal, este fenómeno está siendo especialmente notable. Por ejemplo, en España según un estudio sobre la desigualdad de la Fundación Alternativas, de 2007 a 2010, la tasa ha aumentó del 10,8% al 12,7%… y lo que te rondaré morena)

Generación H. Con la casa a cuestas.

GH

Aunque no se trate de una etiqueta tan popular como las demás, cuando descubrí en 2009 “La generación H” leyendo el artículo de Enrique Gil Calvo “La generación Peter Pan está hipotecada” en El País, me pareció uno de los análisis más brillantes de la juventud actual, mereciendo un capítulo en este repaso cronológico. En él, Gil Calvo habla de una nueva generación –La H- cuyo principal denominador común es el lastre del crédito hipotecario. Se refiere a esa generación entre los 28 y los 40 años que habían comprado su primera casa (este matiz es importante porque en el timo -casi piramidal- que supuso la burbuja inmobiliaria, quien partía con una vivienda ya adquirida no corrió tanto riesgo) en los años de la gran ola, entre 2003 y 2008, pagando por ellas hasta un 50% más de lo que valen hoy.

Más allá del evidente quebranto económico que la burbuja causó a estas miles de familias (la opción de alquiler no era mucho más accesible y además la presión social era insoportable “compra que a una mala la vendes dentro de dos años porque nunca baja…” o el mantra español “alquilar es tirar el dinero”)  Gil Calvo identifica algunos otros efectos colaterales igual o más dañinos para el equilibrio social y económico.

Para esta Generación H la deuda suponía una dependencia absoluta de su empleo, lo que provocaba aversión al riesgo, y por ende, falta absoluta de espíritu emprendedor. ¿Quién se atrevería a dejar un trabajo y montar un negocio cuando hay que pagar la hipoteca todos los meses?… Asimismo las posibilidades de promoción y desarrollo profesional quedaron cortocircuitadas por el lastre de la hipoteca ¿Cómo cambiar de ciudad o invertir en un máster, cuando te queda por pagar el 95% de tu casa? (Un hecho que se convirtió en una auténtica trampa para osos el día que el valor de sus viviendas era menor que la deuda que debían al banco)

Es un tema sobre el que ya se ha escrito bastante (incluido yo) y resulta amplio y complejo, pero lo resumiré en una frase: En 2007 en España unos padres no tenían inconveniente en dar a sus hijos 25.000€ para la entrada de un piso en las afueras de la ciudad que costaba 300.000€, pero encontraban completamente disparatado prestarle 15.000€ para montar un negocio por Internet. ¿Un déficit de cultura financiera? En todo caso no más que la que demostraron los grandes bancos y cajas.

Del análisis de Gil Calvo, otra dimensión resulta sumamente interesante, se trata de la hipoteca con la pareja. Es decir, toda esta generación al adquirir su vivienda contraían al mismo tiempo una deuda con el banco y un contrato ad infinitum con sus parejas. ¿Cómo afectará esta nueva relación contractual -esta nueva dependencia económica más propia de tiempos pasados- a la vivencia de las parejas jóvenes que compraron en plena ola? Me apuesto un brazo a que en este colectivo habrá menos divorcios y separaciones que en la media…

 Adultescentes o Kidults. O el síndrome de Peter Pan

kidult

Al finalizar la década de los 2000 hizo fortuna entre las ciencias sociales otro término que venía a definir lo que siempre habíamos llamado síndrome de Peter Pan, los adulstescentes que era la traducción de la exprexión en inglés kidults (Kids –niños- + Adults –adultos-)

El concepto a nivel global no define tanto el retraso en el acceso a la vida adulta (vivienda, autonomía, empleo…) cuanto la prolongación de hábitos propios de la juventud hasta bien entrada la edad adulta, especialmente todo lo relacionado a la formación de una familia o el consumo de un tipo de cultura y ocio determinado, y el estilo de vida que ello conlleva.

No obstante, en el caso de España este fenómeno se entrecruza y se confunde con la dificultad que tienen los jóvenes de la actualidad en adquirir el rol de adulto bien porque no consiguen un empleo, porque éste es precario, o por lo complejo que resulta el acceso a una vivienda, retrasando a su vez la formación de una familia o por tanto la decisión de tener hijos.

Y aunque desde mi punto de vista resulta en todo caso un efecto y no una causa, es indudable negar cambios culturales profundos en la escala de valores y prioridades vitales de los jóvenes hoy en día. (léase también sobre el caso extremo de los hikikomori en Japón)

 Los NiNi. Cuando todo hizo crack

nini

Si durante los últimos 20 años hemos identificado problemas sociales graves que eran denominador común de la juventud –al menos de la inmensa mayoría que representan los hijos de la clase media y trabajadora-  una vez que esa endeble estructura basada en el ladrillo comenzó a echar el cierre y todos los resortes de la economía saltaron por los aires, otra vez más los principales paganos de la crisis fueron los jóvenes. Sin paños calientes y yendo al grano: 55% de paro juvenil.

Fue entonces cuando se comenzó a criminalizar a esos “inconscientes” que dejaron los estudios para subirse al andamio en busca de dinero fácil. Ya no tenían trabajo y se habían desenganchado de la escuela, dando lugar a una de las etiquetas más miserables que se ha usado: Los NiNi, un juego de palabras pues retrataba a quien Ni trabajaba Ni estudiaba y que venía del término anglosajón NEET Not in Employment, Education or Training.

Deliberadamente se ha intentado presentar una generación de maleantes y ociosos que vivían a la sopa boba, que agotaban sus prestaciones de desempleo por gusto y nunca tenían a bien aceptar las magníficas ofertas laborales que el INEM les ofrecía a unos pocos kilómetros de distancia (Que siempre he pensado que de haber existido tales ofertas, poco hubieran tardado en aceptarlas los parados locales, porque haberlos haylos)…

El drama es real –qúe duda cabe- (Según los últimos datos de Eurostat referidos a 2011, España es uno de los países de Europa con más jóvenes de 18 a 24 años que ni estudian ni trabajan, son unos 800.000 jóvenes, un 23,1%, lo supone más de cinco puntos por encima de la media de la UE que se situó en 2011 en el 16,7% Vía Wikipedia)  pero no es responsabilidad en absoluto de esta generación de chavales, ni mucho menos, en todo caso es de la UE, de los sucesivos ejecutivos, de Lehman Brothers y Wall Street, de la Banca Española, de la Troika, de una patronal ávida de dinero rápido, o si se quiere de una clase media que aceptó su parte del pastel cuando vendían el pisito de los 80 por 10 veces su valor, pero nunca, en absoluto nada, de esta generación de jóvenes.

¿No es más fácil asumir la verdad? Y es que sencillamente No hay trabajo y hasta la fecha los gobiernos y los agentes sociales no han sabido cómo crearlo. (Digo crearlo porque destruirlo sí que han sabido bastante bien, como demuestran las brutales consecuencias de la reforma laboral del Partido Popular, que rebajó la de Zapatero a la categoría de light)

Y de este modo tan poco alentador llegamos a 2013, un año funesto en todos los sentidos en el que los brotes verdes no se vislumbran más allá del Jardín de Ana Mato o las praderas de Suiza, en el que el paro ha crecido, y peor aún siguen descendiendo los afiliados a la Seguridad Social (pues el paro descuenta a quien ya no se registra por agotamiento, los inmigrantes que retornan o los jóvenes exiliados), mientras las reformas ideológicas del gobierno estrangulan los servicios básicos como la Sanidad o la Dependencia, las Escuelas o la Universidad, y lo mismo privatizan hospitales de Madrid como suben las tasas universitarias un 40%, al tiempo que se sacan una ley de Educación regresiva que eleva el listón para las becas y castigan a los que menos tienen… y todo ello, con un cinismo circense pues nos aseguran que es para incrementar la igualdad de oportunidades.

En este contexto, resulta más que razonable que la indignación cunda como una enfermedad viral que transforma a los jóvenes en ciudadanos desafectos y descreídos, que no sólo no confían ya en el sistema, sino que es probable que no lo vuelvan a hacer nunca más. Un caldo de cultivo prerrevolucionario que sólo se sostiene por el alto nivel de civismo democrático de nuestro país, el paraguas de las redes familiares y una auténtica sangría de exiliados… pero que como todo, tiene límites.

 ¿Las últimas etiquetas?

liberation

Desalentadoras, “Juventud sin Futuro” un oxímoron dramático, o peor todavía -por cuanto recuerda a los peores tiempos pasados- “la Generación perdida” con la que nos bautizaba hace poco el diario francés Liberation.

Decía Iñaki Gabilondo que los jóvenes jamás deberían –deberíamos- permitir que alguien les diga que no tienen futuro… y tiene toda la razón pero como diría Kant –o quizá Séneca- “La felicidad no es un ideal de la razón, sino de la imaginación”

Pendiente de revisar (Generación twee)

7 pensamientos en “De los JASP a los NiNi. 20 años de etiquetas a la juventud española

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  2. Es que no hay que CREAR mas trabajo, hay que repartir el que hay. JAMAS volver a haber trabajo de40horad para todo el mundo pues cada vez es mas y mas productiva la hora de trabajo y no se puede mantener tampoco un creimiento perpwtue e infinito en un planeta finito.
    Reparto de horas de trabajo en jornadas intensivas para que el empleado pueda ahorrar algo en transporte y de paso contaminar menos y tal cez permitirse vivir mas lejos del trabajo si ko esta ya atado por una hipoteca absurda

    Elevar el liston de las becas no ne parece un error si fuera para dar mas t mejores becas a los alumnos que no vayan a ser mediocres en paro sino a los que representan una buea inversion pero tampoco se esta haciendo eso pues solo se recorra y recorta sin ningun plan de nada que haga salir del agujero. Mientras tengsmos como politicos a «gente» con vocAcion politica no tenemos esperanza ninguna.

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