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Este verano me han invitado a las VI Jornadas Internacionales Ciudades Creativas Kreanta tendrán lugar en Buenos Aires.

Os dejo un resumen de mi ponencia.

Se supone que nuestro principal objetivo vital es alcanzar la felicidad… y yo me pregunto ¿Qué hace usted cuando recibe una gran noticia y le invade una honda sensación de placer? … Muy probablemente llame a sus personas queridas para compartir junto a ellas todo ese caudal de alegría e incluso es posible que hasta lo ponga en facebook o twitter. Es decir, la felicidad sólo es real cuando se comparte[1], una idea sencilla pues es consustancial a la naturaleza social del ser humano, y sin embargo, tan alejada de la cotidianidad postmoderna que todavía hoy el afecto colectivo y las experiencias cooperativas son noticia en la sección de curiosidades, mientras la abrumadora realidad de los noticiarios nos recuerda que no hay autobuses mágicos en el mundo para tanta desafección.

Algo razonable si consideramos que las inercias neoliberales e hiper individualistas han sido tan poderosas y tenaces en el siglo anterior, especialmente desde la caída del muro de Berlín, que han conseguido convencernos de que los humanos nos hallamos solos ante la adversidad en un escenario gobernado por la lógica de la competitividad y la ley del más fuerte, que nos hace correr más y más mientras Darwin se compadece de cada uno de nosotros.

En este contexto el nuevo relato del prohombre emprendedor, alimentado por el paradigma del New Age californiano -llámenle Gates, Jobs o Zuckerberg- que se sirve de sus propias capacidades intelectuales para alcanzar el éxito, parece ser la demostración empírica de que la meritocracia funciona y que tan sólo hay que garantizar la libertad como principio rector de ese utópico no sistema.

Ciertamente se trata de una visión idílica e interesada para el pequeñísimo porcentaje que representan las clases extractivas –O stablishment que es como les veníamos llamando hasta hace poco- y se ha convertido en la coartada definitiva para consolidar su posición privilegiada… tanto que ni el colapso consecutivo del modelo en los últimos años (2000 y 2007) ha desequilibrado ni un ápice su chiringuito, eso a pesar de la creciente asimetría entre la cúspide que ellos representan y la gran base de la pirámide donde nos hallamos la inmensa mayoría.

Con la radicalización del mapa social y el empobrecimiento de la clase media y trabajadora, el esquema ideológico contemporáneo que miraba a la izquierda o la derecha, ha quedado gravemente herido -adivinen quién ha salido ganando- pero desde mi punto de vista no se trata más que de un agotamiento de las palabras o de las siglas, pues nunca antes en la historia hubo una dialéctica más feroz.

Llegados a este punto y ante la necesidad urgente de generar actividad económica para crear empleo y garantizar los derechos sociales, somos muchos los que nos encontramos ante el dilema de potenciar una nueva generación de emprendedores-líderes sin que ello suponga más fragmentación y dualización.

La respuesta que hemos dado desde algunos programas públicos como Zaragoza Activa se resume en una pregunta: Lo realmente importante no es enseñar a la nueva generación ¿Cómo emprender? Sino invitarles a reflexionar ¿Por qué y para qué hay que emprender?

Y con este matiz presente todo lo demás es una consecución lógica de acciones y propósitos: Democratizar (La Azucarera[2]), Colaborar (La Colaboradora), Cooperar (Vivero), Cohesionar (Las Armas), Facilitar (Semillero, InfoActiva), Escuchar (red ZAC), Movilizar (Made in Zaragoza), Provocar y Seducir (ThinkZAC)… a través de ecosistemas abiertos e inclusivos que agiten y mezclen las personas emprendedoras, creativas e innovadoras, combinando la metodología red con toda la intensidad del contacto humano -a través de realidades físicas P2P- para que pongan todo su talento al servicio de su propio desarrollo y el de la comunidad.

O dicho sin tapujo ninguno: una hoja de ruta para propagar la Economía del Bien Común construida desde abajo, a fuego lento y de largo alcance, con la vieja estrategia de los troyanos -que bien podríamos bautizar como los primeros hackers de la historia- para lanzar una gran ofensiva de reconquista de la justicia social que no es otra cosa que amor en código abierto.

Amor, sí. Abierto, por supuesto. Aunque sea por puro egoísmo porque la felicidad no es real si no se comparte.


[1]              De la película “Hacia rutas salvajes”, donde el protagonista culmina su viaje iniciático en un autobús abandonado bautizado como autobús mágico en su traducción al castellano.

[2]              Entre paréntesis algunos proyectos de Zaragoza Activa como ejemplo.

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