–Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales- Celaya
Comentarios sobre la ponencia La Cultura de la Incertidumbre (Jornada Ciudades Creativas), parte de mi trabajo para el Taller de Especialización de Gestión cultural de la ciudad de Cideu.
PONENCIA JOSEP RAMONEDA
La magistral ponencia de Josep Ramoneda «La cultura de la incertidumbre» nos aporta una visión panorámica del mundo en el que vivimos y aunque se encarga de formular muchas más preguntas que respuestas, lo que deja meridianamente claro es precisamente eso: en la era de la información –donde ésta es infinita- surgen paradójicamente cada vez más incertidumbres.
Si algo caracteriza el mundo en el que vivimos es la velocidad a la que suceden los cambios, cuyo ritmo es cada vez más acelerado. Paralelamente como no puede ser de otra manera la cultura cambia y se adapta a esas nuevas velocidades. O al menos así debería hacerlo.
Pero sin embargo todo esto está generando escenarios impredecibles. Los humanos durante años tuvimos el tiempo suficiente para cuestiones fundamentales como pensar, crear o amar… que en el contexto de hoy no son posibles, a pesar de que la esperanza de vida se ha duplicado en los últimos 150 años.
Discrepo con la idea de que toda crisis es una oportunidad (Ya decía en mi artículo “Innovación Social, el paradigma son las personas” que una crisis siempre empobrece, frustra y cercena derechos…) pero sí estoy de acuerdo en su naturaleza disyuntiva: podemos y debemos tomar decisiones y caminos divergentes para salir de una crisis que determinarán decisivamente el futuro de los tiempos.
También considero certera la idea de Ramoneda sobre las diferentes dimensiones de una crisis en tanto que más allá de lo económico, está lo social, lo político y lo ético. Y de todo lo expuesto lo más crucial para mí es brecha entre el poder económico global y los poderes políticos nacionales y locales. Efectivamente la mayoría social ha perdido capacidad de intimidación frente a las élites y esto ha supuesto de facto la ruptura del pacto social que se inaugurara tras la II Guerra Mundial.
En este contexto, la cultura debe actuar como un elemento de cohesión y transición entre los abismos que retrata Ramoneda, una correa de transmisión entre los espacios locales y la globalidad, un puente entre el espacio físico y el virtual, unas reglas del juego para obligarnos a reflexionar pausadamente en este mundo tan frenético, un manual común de entendimiento entre pueblos, un escenario real de interculturalidad frente a la aculturación o la demagogia de la multiculturalidad, una guía de aprendizaje para ejercer la ciudadanía y empoderar a las mayorías sociales frente a las élites. Sí, puede ser que el mundo ya no sea dicotómico, pero para mí la cultura sigue siendo un instrumento de transformación social: un kit de supervivencia en el sempiterno escenario dialéctico.
Y aunque Ramoneda no expresa exactamente eso, sí que señala claramente que la tecnología debe ponerse al servicio de las personas “los hombres somos el fin, la tecnología es el instrumento”… por ello si concebimos la cultura como el conjunto de normas, valores, expresiones y sensibilidades colectivas e individuales; deberíamos repensar la tecnología como instrumento para mejorar todos aquellas relaciones que vertebran los elementos de la cultura, así como las demás infraestructuras sociales de las que nos dotamos.
Respecto a la relación de ciencia y humanismo, me gustaría expresar que en el debate actual sobre qué son exactamente las ciudades inteligentes, no cabe otra respuesta que definirlas como ciudades al servicio de las personas, y del mismo modo, que no existe otra forma más revolucionaria y humanista de desarrollarlas que apostar por fórmulas de inteligencia colectiva, de innovación social o el apoyo inequívoco a las manifestaciones culturales y creativas, ya sean ordenadas o informales. Y en este apartado frente a quienes defienden una cultura libre sin mayor regulación que el mercado, soy de los que apuesto por una cultura distribuida en cuanto a sus canales y libre en sus contenidos pero al mismo tiempo asistida y orientada al cambio y al progreso social.