La teoría de la evolución enunciada por el biólogo Charles Darwin arrojó luz a decenas de interrogantes antaño metafísicas que podemos resumir en dos: Las especies actuales son el resultado de una adaptación constante al entorno basadas en una lógica de éxito y fracaso. Y nosotros los humanos venimos del mono.
Lo que no sospechó Darwin es que sus leyes naturales servirían al tiempo para construir, o más bien para apuntalar, un discurso político despiadado. El Darwinismo Social resulta de la aplicación con calzador de las leyes biológicas a la sociedad. Básicamente se considera la sociedad como un escenario competitivo, donde la ley natural garantiza que los mejores y más capaces conforman una élite preeminente que ostenta el poder hacia el rumbo correcto.
El propio Darwin rechazó esta utilización de su teoría e incluso hubo estudiosos de izquierdas como Émili Gautier, que hicieron su propia interpretación, alegando que la evolución se medía en términos de cooperación y no de competencia. Pero lo cierto es que ha sido la doctrina liberal la que más ha rentabilizado estos fundamentos para avanzar y sostenerse desde el siglo XIX hasta hoy. –Y vaya si lo han logrado-
El Darwinismo Social o la ley del más fuerte está hoy más vigente que nunca en el ideario de los partidos conservadores y liberales.
Es justo reconocer que las democracias occidentales hallaron un equilibrio de progreso en la bisectriz que marcaba el Estado del Bienestar y la Economía de mercado, una entente no exenta de tensiones con pasos adelante y pasos atrás. Sin embargo, cuando llegamos al punto de inflexión marcado por la crisis y hubo que apostar fuerte, los gobiernos doblaron la rodilla ante los poderosos, ante las élites. –Ya sé que no está de moda la retórica marxista, pero a continuación pongo rostro a las ideas-
“Sabemos lo que hay que hacer y lo haremos” afirmó Rajoy legitimado por una mayoría absoluta, que es la traducción moderna de “Somos los más capaces, la clase preeminente que debe enderezar el rumbo social” –Darwinismo social puro- para comenzar a aplicar una agenda de dolor a los más débiles y complaciente con los más fuertes.
“Habéis (la clase media y trabajadora) vivido por encima de vuestras posibilidades” por eso recortamos en Sanidad y Dependencia, los medicamentos se repagan y los sin papeles pasan por caja mientras se fomenta el negocio a las grandes aseguradoras privadas; reducimos gastos en Educación, aumentan las ratios, se limitan las becas a los mejores y se encarecen los máster públicos, pero se mantiene la concertación de los colegios privados, la inmensa mayoría en manos de la iglesia católica y se equiparan los precios con las universidades privadas; se sube el IRPF general, pero se ceba con los asalariados y los pequeños empresarios, manteniendo el escudo fiscal para que las grandes rentas no huyan despavoridas; se abaratan los salarios, los despidos y se limita el alcance de la negociación colectiva, y se deja intacto el beneficio empresarial; se sube el IVA que empobrece el comercio y a todos los consumidores, machacando la economía real pero se blinda la economía financiera con una lluvia de millones… y todo esto para ser más competitivos.
O lo que es lo mismo, para competir en salarios más bajos, en menores costes sociales y en menos derechos laborales. La asimetría es aplastante porque en realidad sólo estamos obligados a competir unos mientras otros, herederos de la evolución natural, no sólo no luchan en la arena en igualdad de oportunidades, sino que mantienen los privilegios del palco, permitiéndose el lujo además de inclinar hacia arriba o hacia abajo el dedo que marca nuestros destinos. En ocasiones te dejan vivir, y mantienen los 426€, pero cada vez más señalan hacia abajo: Los máster de 1000€ a 3000€ , las becas para los que saquen notas superiores (¿Cuántos descartarán la mera idea de estudiar ante el temor de tener que pagar íntegramente las matrículas?), la sanidad para los sin papeles que tengan 720€, empleos para los que acepten el SMI… Selección natural en el circo romano.
Lo peor de todo es que sus tesis no son una ciencia refutada, y no hay nadie que demuestre que la senda del dolor –el filtro de la ley del más fuerte- vaya a producir indefectiblemente un nuevo escenario de riqueza y empleo –pasando por alto que ese nuevo escenario sea además sumamente más injusto y desigual- sino que al contrario los países inmersos en grandes recortes no despegan en absoluto, y persisten en su depresión socio económica global, como pone de manifiesto este post de Viçens Navarro.
Entonces es cuando uno empieza a sospechar que los gobiernos de derechas están aprovechando el contexto para desplegar en toda su magnitud sus anhelos verdaderos. Han pasado demasiados años sometidos a la aritmética electoral y ponderando los discursos, pero ahora el miedo entre la gente es tan fuerte que sienten mucho más libres para retratarse.