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Hace casi diez años que me encargaron el diseño del proyecto que acabó siendo Zaragoza Activa, sobre la base de la recuperación de la vieja Azucarera del Rabal, y hace casi ocho años abrimos sus puertas, gracias al esfuerzo de un equipo de grandes profesionales que me han acompañado hasta ahora. En este tiempo hemos hecho más de 3.000 actividades, han pasado más de un millón de personas, y hemos impulsado la creación de cerca de 500 empresas, bastantes de las cuales tuvieron éxito y siguen creando empleo y riqueza todavía hoy en la ciudad, lo que nos ha permitido cifrar nuestro SROI (Retorno Social de la Inversión) en 3,17€ por cada euro público invertido, que según mis estimaciones se traducirían en un impacto aproximado de 20 millones de euros para el periodo 2010-2018. Pero con todo, lo más destacado de nuestros logros no se puede cuantificar, me refiero a la enorme red de conexiones que hemos creado entre ciudadanos, organizaciones y proyectos públicos, que han ido conformando poco a poco uno de los ecosistemas de innovación social más potentes de España. Un ecosistema donde nos hemos mezclado, haciendo confluir lo mejor de lo público (Desde el Ayuntamiento de Zaragoza nuestro principal objetivo ha sido siempre el interés general), lo privado (con cientos de empresas que han aportado dinamismo y capacidad de innovación) y lo social o lo común (con organizaciones sociales, comunidades e iniciativas civiles, que nos han dotado de mayor empatía y sensibilidad)

En estos años hemos cometido muchos errores, los asumo como propios porque he sido el principal responsable del proyecto, pero también hemos tenido muchos éxitos, que hay que atribuir a un buen número de actores: principalmente a mi equipo de trabajo, al equipo de Cubit y Zona Empleo, a las comunidades de Zaragoza Activa, que incluyen la de La Colaboradora, Made in Zaragoza, Semillero de Ideas, ThinkZAC Las Armas y sus grupos residentes, La Remolacha HackLab (consulta el www.blogzac.es para concocer todo el ecosistema ZAC); también a un nutrido número de profesionales y expertos colaboradores, que han sido organizadores, asesores, ponentes o promotores de un sinfín de proyectos y actividades, y que suplían nuestra falta de conocimiento especializado en muchos aspectos; a los políticos que confiaron en nosotros y nos permitieron desplegar nuestras ideas (en general hemos tenido bastante apoyo y soporte por todos los grupos políticos, especialmente desde el PSOE, con Lola Ranera a la cabeza); así como los compañeros de otras áreas, que nos sufrieron alguna vez pero fueron cómplices de nuestras locuras, como PICH, Zaragoza Vivienda, Etopía, Derechos Sociales…; y también a las decenas de entidades aliadas como ECODES, Cámara, Sacme, La Caixa, Universidad de Zaragoza, IAF…

Estoy escribiendo este post porque me han pedido que haga la ponencia inaugural de una Jornada sobre Aprendizaje Colaborativo en Murcia, que promueve su Centro de Innovación en la Administración Pública, así que me resulta inevitable no hacer balance, al menos para extraer lo más interesante de este viaje tan emocionante.

Para contar Zaragoza Activa he usado al menos cuatro tipos de relatos. El primero es hablar de la transformación de una vieja fábrica de azúcar a una “fábrica de ideas”, como metáfora de la evolución de las sociedades industriales a las sociedades del conocimiento. En otras ocasiones, sobre todo al principio, hablábamos de la “Nueva generación de equipamientos públicos”, para diferenciarnos de los equipamientos municipales que desplegamos en las grandes ciudades en los ochenta, los noventa y los dosmil, caracterizados por su descentralización, polifuncionalidad y cercanía a los barrios, pero cuya principal misión parecía ser llevar la institucionalidad a las periferias. Me refiero a los centros cívicos, juntas de distrito, bibliotecas, casas de juventud, centros de mayores, centros deportivos… de los que en Zaragoza Activa queríamos diferenciarnos, con un espacio muy especializado que generara una nueva centralidad, y al mismo tiempo no se percibiera como un espacio institucional, sino como un lugar amable y atractivo para una generación entera de zaragozanos que había dejado de ir a los centros públicos, precisamente porque la institucionalidad es refractaria de lo joven y lo dinámico. El tercer relato, tirando de storytelling, era el que llamábamos modelo de “transiciones blandas”, en el sentido de que ZAC es un proyecto que facilita un tránsito vital de emancipación completa, desde el chaval que viene atraído por los comics de la Biblioteca Cubit, hasta el joven que acaba montando una empresa en nuestro vivero. Y entre la Biblioteca Cubit y el Vivero de Empresas, decenas de escalones en forma de programas que facilitan que la gente, sobre todo jóvenes, puedan transitarlos a su antojo. Frente a la metáfora del ascensor social, nosotros proyectábamos una gran escalinata para salvar el muro al que se enfrentan las personas con ideas que no se conforman con los itinerarios tradicionales que ofrece el sistema educativo y el mercado de trabajo. Ciudadanos que querían montar un festival, una empresa social, experimentar con una impresora 3D, un desfile de moda, un foro de periodismo ciudadano, un curso de redes sociales, una tienda online, un congreso internacional de inteligencia colectiva, una quedada para conversar en inglés, un banco del tiempo para intercambiar servicios o un taller de economía circular… y que no encontraban respuestas en las ventanillas administrativas tradicionales, eran de pronto bienvenidos en La Azucarera. Se trataba en definitiva de reconectar con los sectores más dinámicos de la sociedad, de volver a seducir a las clases creativas, de retener el talento de la ciudad, e incluso de atraerlo desde fuera, pues estos sectores de la población: millennials, jóvenes en un sentido amplio -nacidos desde 1980-, con estudios superiores, inquietudes múltiples y un ADN colaborativo de la lógica red que desborda el individualismo de las posmodernidad; son pieza clave en el diseño de las ciudadaes en el contexto de la sociedad de la información y el conocimiento, no solo para el cacareado cambio de modelo productivo, sino también para construir ecosistemas más sostenibles y tolerantes, sostenidos sobre la base de una nueva escala de valores y afectos.

Pero no ha sido hasta los últimos años que hemos empezado a contar la historia Zaragoza Activa con otro relato, que sin descartar los otros, porque todas esas historias sucedieron y fueron reales, me parecía aún más honesto y sencillo de entender: Lo que ha marcado la breve pero intensa historia de Zaragoza Activa, ha sido que comenzó siendo un programa público que pretendía enseñar a los ciudadanos a hacer la transición a la sociedad del conocimiento y la información (montando empresas, digitalizando negocios, construyendo identidades en Internet, entrenando nuevas habilidades para conseguir empleo…) y poco a poco, nos fuimos dando cuenta de que lo revolucionario del ecosistema, lo verdaderamente transformador de contar con una comunidad tan dinámica y abierta, con tanto talento y tantas ideas, era dejar de enseñar y comenzar a aprender junto a ellos.

Ese click es lo que hizo de ZAC un proyecto diferente. Ese fue el punto de inflexión que cambió el rumbo de Zaragoza Activa, que pasamos de ser un mero espacio de desarrollo social, económico y cultural, con un enfoque novedoso e integrador si se quiere; a convertirnos también, poco a poco, en un Laboratorio de Innovación Ciudadana. Un laboratorio que incorporaba metodologías de diseño social, desarrollo comunitario e innovación centrada en las personas, embebiendo a la vez los códigos de comunidades que crecían en nuestro entorno, que producían mutaciones en nuestra propia cadena de valores: open source, lógica p2p, redes distribuidas, cultura del procomún, ética hacker…

Recuerdo que cuando presentamos en rueda de prensa Zaragoza Activa en 2009, dijimos -y si en unos años nos parecemos mucho a lo que hoy presentamos, es que habremos fracasado- Bajo la idea fuerza de que el mundo había cambiado y algunas instituciones aún no se habían enterado, quisimos que Zaragoza Activa fuera un punto y aparte, lo deseamos con todas nuestras fuerzas; pero ahora, muchos años después, me doy cuenta que ZAC podría haberse convertido en “más de lo mismo” a una velocidad increíble si no hubiéramos hecho ese click, si no hubiéramos asumido que nuestro papel no era enseñar, que teníamos que abandonar el enfoque paternalista de la administración, la soberbia del gestor que caracteriza a quien ejerce el poder de forma asimétrica, y que sigue mirando desde arriba a sus usuarios, aunque les llame ciudadanos.

Todo lo que hemos invertido en la comunidad, ésta no los ha devuelto multiplicado por diez. Si ZAC es hoy un proyecto con cierta resonancia internacional, no es por la audacia de sus técnicos, sino por la comunidad que ha prestado generosamente su talento e ideas, apropiándose de los espacios, alimentando así un sentimiento de pertenencia y un grado de identificación con el proyecto desconocido en el ámbito de lo público. El equipo de Zaragoza Activa, si nos podemos arrogar algún mérito, no ha sido otro que abrir las puertas desde dentro y dejar que empezaran a suceder cosas.

Este es el viaje de ZAC en él que nos hemos visto inmersos durante los últimos años, y que no solo no está concluido, sino que podemos decir que tan solo ha dado sus primeros pasos. Abrir, innovar y producir cambios dentro de una administración pública es un viaje difícil, porque ha sido -y sigue siendo- una lucha contra poderosas y arraigadas herencias, contra una cultura reaccionaria que está instalada en la tradición de las instituciones, fuertemente sostenida por leyes y reglamentos, pensados en garantizar el correcto funcionamiento de todo, aunque sea neutralizando la autonomía y la creatividad de las personas; es una lucha contra un statu quo defendido por una legión de funcionarios inseguros que tienen miedo a lo descocido y que no quieren perder su cuota de poder, cuando además ningún premio o incentivo les espera por hacer lo contrario; propiciar el cambio dentro de una administración es además golpearse contra un muro una y otra vez, como un déjà vu exasperante en el que raras veces puedes contar con apoyos políticos, cuyos tempos de legislatura no cuadran con los procesos abiertos y experimentales, que precisan cocción a fuego lento y que no garantizan resultados a corto plazo.

Quizá es por la enormidad del reto que enfrentan este tipo de proyectos que, en ocasiones, he hablado de la agenda oculta de ZAC como dispositivo troyano, como parte de un objetivo mucho más grande y épico, que pasaría por transformar las instituciones públicas en nuestro país. La revolución nunca empieza por el centro del sistema sino por sus arrabales. Es mucho más fácil comenzar a hackear desde una agencia de emprendimiento e innovación social, donde los “sujetos peligrosos” pasamos mucho más inadvertidos y nuestras ofensivas suelen volar por debajo de radar, que hackear el núcleo del sistema educativo o de salud. Nosotros nos hemos podido permitir tentativas como La Colaboradora, la Red ZAC, la Remolacha HackLab o el ThinkZAC Las Armas. Hemos sido, como nos gusta decir jocosamente, hackers inside: hackers actuando desde dentro para abrir la institución, dando acceso a nuevos troyanos para atacar directamente el código fuente de la organización, mutando los programas y camuflando nuevos polizones, hasta hacerlos indistinguibles del software nativo. Como cuando alguien llega a La Colaboradora y es incapaz de adivinar quién es funcionario, conector, emprendedor, visitante o ponente de un taller. Cuántas veces le habrán dicho a Javi Fernández que no parece un funcionario (entiendo que como un piropo)

Y ante la pregunta -¿Cómo lo hicimos?- sinceramente, no lo sabemos muy bien. Ahora que estamos replicando proyectos de ZAC en Santa Fe (Argentina), Santos (Brasil), Orense, Tarragona, Huesca, Madrid, Barcelona… nos preguntan a menudo dónde están las claves y nos damos cuenta que hemos corrido tanto, hemos improvisado tanto, que tan a penas nos ha dado tiempo de escribir y reflexionar sobre cómo hemos llegado hasta aquí. Mi compañero José Ramón llegó a inventarse una palabra “Transware”, que desbordaba el significado de hardware (estructuras) y software (contenidos) para identificar el conjunto de valores, principios y éticas que conforman un corpus intangible de una organización de nueva generación. Más allá de la referencia al transware, que es casi un juego para codificar nuestra ofensiva táctica, si que podemos establecer una estrategia troyana en doce movimientos, que facilitan un tránsito de una organización tradicional -las que enseñan- a una organización transware -que aprende-. Un movimiento de apertura en doce movimientos que somos capaces de reconocer en nosotros mismos tan solo a posteriori, pues debemos admitir con franqueza que nunca tuvimos un plan premeditado y exhaustivo a este respecto. Se trata más bien de una relatoría de lo que comenzó a suceder cuando abrimos las puertas desde dentro:

  1. Del usuario al ciudadano como sujeto político soberano. Definitivamente el ciudadano asume el protagonismo. Es un proceso de retroalimentación, la institución acepta a la persona como unidad mínima de ciudadanía, y éste, despojado de toda intermediación, dialoga de tú a tú.
  2. De las ventanillas a las redes. No podemos desplegar la administración electrónica como si fuera una versión digital de las ventanillas. Si los proyectos de las plataformas digitales tuvieran en cuenta la experiencia de usuario, no se parecerían nada a las webs que hoy están desplegando la mayoría de las administraciones.
  3. Del conocimiento experto a la Inteligencia Colectiva. La media de la multitud es más certera que la opinión del experto. E incluso cuando no es exactamente así, genera externalidades tan positivas que no se pueden desperdiciar.
  4. De los funcionarios a los mediadores. Cuanto más capacitados, emporeados y organizados están los ciudadanos, más prescindble son los funcionarios reguladores, y más interesante es comenzar a ejercer roles de facilitación, acompañamiento y mediación.
  5. De la planificación estratégica al laboratorio. Qué sentido tiene un plan estratégico en un entorno tan cambiante y complejo que hace estéril cualquier intento de anticipar el futuro. Demos paso al laboratorio, a la experimentación, al aprender – haciendo, al proceso abierto, la iteración permanente…
  6. De las masas a las multitudes. Qué sentido tiene seguir hablando de destinatarios, target o población diana, cuando las multitudes hipersegmentadas están a alcande de un click, y no solo puedes dirigirte a ellas, sino preguntarlas, escucharlas e integrarlas.
  7. Del reglamento al experimento. El reglamento suele ser la expresión de la garantía de la convivencia y el funcionamiento de los recursos comunes. Pero demasiadas veces es la trampa por la que se bloquean cientos de buenas ideas y proyectos necesarios. Practiquemos una política de voluntades basadas en el silencio positivo: todo se puede hacer mientras no se diga lo contrario, en vez, no se puede hacer nada si no está previamente definido.
  8. De los usuarios a las comunidades. Cedamos el poder y pasemos de diseñar desde una perspectiva top down, a una lógica comunitaria, desde abajo buttom up. Acompañemos y facilitemos procesos para que se creen comunidades, compuestas de personas que se reconocen entre sí, que cooperan y colaboran, y encuentran significado y aurorrealización en la identidad colectiva y el sentimiento de pertenencia, mientras se apropian de lo público, y lo barnizan de bien común.
  9. De las burocracias a las experiencias. Pensemos a largo plazo en un escenario de postbienestar, donde quizá vivamos rodeados de abundancia. Pensemos un futuro en torno a nuevas generaciones de derechos, derecho a la ciudad, derecho a la belleza… y diseñemos nuevos servicios públicos basados en las experencias.
  10. De la suspicacia a la confianza. Construir una comunidad es algo muy delicado, que precisa mucho cariño y atención, mucha generosidad. Cuántas veces hemos llegado desde la Administración (yo lo he hecho sin darme cuenta también) a extraer el talento y las ideas de un grupo, pensando que les hacemos el favor de sus vidas por el mero hecho de hacerlos partícipes, y hemos desaparecido acto seguido porque ha surgido otra prioridad o porque se acabaron los recursos. La gente desconfía de las administraciones y suele tener motivos para ello. Edifiquemos sobre la confianza mutua.
  11. De los pliegos a la hibridación. En en las nuevas organizaciones que aprenden es imprescindible la porosidad y la mutación. La mezcla como el mestizaje cultural, siempre suma y nunca resta. Debemos salirnos de los esquemas preconcebidos de los modelos de gestión. Las comunidades, las redes de afectos, lo social, no se gestionan. No se pueden sintentizar en pliegos adminisitrativos.
  12. Del estado pasivo al gobierno emprendedor. Asumamos sin complejos nuestro papel en el nuevo sistema operativo del orden económico mundial. Superemos la caricatura de las economías planificadas y reivindiquemos un nuevo modelo donde el liderazgo de lo público, en convivencia con la pujanza de otros sectores, hibridado también con lo privado y lo social en forma de cuarto sector, sea capaz de construir sociedades más justas, sostenibles e igualitarias.

A continuación pongo algunos ejemplos de esta estrategia de apertura en doce movimientos:

  1. La Colaboradora: Banco del Tiempo
  2. La Colaboradora: coFormaciones
  3. La Colaboradora: Conectores
  4. La Colaboradora: Co-master + Co-Diseño + Matriuskas
  5. La Colaboradora: Desayuno con Diamantes
  6. La Colaboradora: 25 Talentos
  7. ThinkZAC: Mapeado Colaborativo: Mapping Party
  8. ThinkZAC: Las Zaragozas
  9. ThinkZAC: Lab 12/50
  10. ThinkZAC: Lab 2034
  11. ThinkZAC: Lab 5/5
  12. ThinkZAC Tráfico de Ideas: Huertos parlantes
  13. ThinkZAC: Vigilantes del Cierzo
  14. ThinkZAC Grupo Economías Feministas
  15. Remolacha HackLab: Hacedores del Rabal
  16. Remolacha HackLab: Most Wanted
  17. Remolacha HackLab Open Space:
  18. Remolacha HackLab Repair Café
  19. MIE: La Azucarera 50/50
  20. MIE: Hackaton Design
  21. MIE: Quién es Quién Arrabal
  22. https://www.youtube.com/watch?v=pM36BDwXqks
  23. Made in Zaragoza LABMIZ: Innovando en comercio
  24. Made in Zaragoza: Corner MIZ
  25. Made in Zaragoza. La Noche los Tenderos Creativos
  26. Red ZAC: CVZAC
  27. Red ZAC: ZAC Coins
  28. BlogZAC What if? Cocina Abierta, IC4RO…
  29. Parque Colaborativo: co-diseño
  30. FlipAndDo: Design Thinking con chavales
  31. OSCE Days
  32. Disruptive Crew: Save the Expo
  33. Semillero de Ideas RoadCamp
  34. Speaknic
  35. Campus Booktuber BJCubit
  36. Countdown (Design, Game, Viral…)
  37. MOOCZac

4 pensamientos en “Instituciones que aprenden

  1. Impresionante, sugerente y motivador resumen de un modo de hacer desde lo público hacia la comunidad.
    Enhorabuena a tod@s los que lo han hecho posible y en especial a su timonel Raúl Olivan al frente.

  2. Pingback: Administración innovadora – Al cabo de la calle

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